En las playas de Valencia se han recogido 60 toneladas de basura, 10 menos que el año pasado
- Nigrán, Pontevedra, celebra haber logrado este año un San Juan «medioambientalmente sostenible»
Hoy, en cambio, el fuego sigue ardiendo, pero entre plástico, cristales y colillas. Las playas despiertan con otro tipo de resaca: montañas de basura, plásticos flotando en la orilla y operativos de limpieza que trabajan contrarreloj para que el desmadre colectivo no deje huella… o al menos no visible. En muchas playas ya está prohibido encender fuego, pero eso no impide que algunos -después detenidos en ocasiones- lo sigan haciendo.
«Esto ya no es una fiesta, es un estercolero urbano«, comenta indignado Pedro, vecino de la Barceloneta, que lleva años levantándose con los restos de una noche que debió ser mágica. En vez de cenizas, hay latas, mecheros tirados y botellas rotas. «Se ha perdido el respeto completamente«.
En los años noventa, la fiesta de San Juan era todavía una celebración relativamente espontánea, con grupos de amigos y familias que llevaban su cena, sus bebidas y recogían lo suyo. Una hoguera modesta y bebidas en una ‘neverita’ portátil. Pero desde hace más de una década, la celebración se ha masificado con un carácter cada vez más festivo y menos simbólico.
Un simbolismo que algunos municipios intentan retomar reduciendo, además, el gran impacto ambiental que tienen las fiestas desde hace décadas, como ha sido el caso de la pasada noche en Nigrán, Pontevedra.
Del fuego al plástico
Las playas urbanas —como en A Coruña, Barcelona, Valencia o Málaga— se convierten en macroconcentraciones que rozan la rave improvisada. Y con eso, ha llegado también el incivismo: ruido, suciedad, descontrol.
El fenómeno se ha alimentado del boca a boca, de las redes sociales y de la falta de control en espacios públicos. Jóvenes que se desplazan desde otras ciudades, grupos numerosos que ocupan metros de playa durante toda la noche sin recoger su basura.
Uno de esos jóvenes es Dani, 21 años, vecino de Nou Barris (Barcelona), que admite su actuación sin rodeos: «Sí, ensuciamos. Pero es una vez al año». Para él y su grupo, San Juan no es una tradición, sino «una excusa para la fiesta». «Nunca vi a nadie recoger nada. Tampoco nos lo piden», añade con total naturalidad.
Operaciones de maquillaje a la carrera
Los ayuntamientos reaccionan cada año con más medios: brigadas de limpieza que entran en acción al amanecer, refuerzos policiales, campañas de concienciación… pero la imagen que queda es la de una normalidad restaurada a fuerza de escoba, no de conciencia.
En 2024, los datos oficiales volvieron a dejar en evidencia el alcance del problema. Valencia fue la ciudad que más residuos acumuló tras la fiesta, con 70 toneladas recogidas en sus playas. En Barcelona y A Coruña, la cifra fue muy similar: 57 toneladas en cada caso. Cádiz no se quedó lejos, con 45 toneladas, mientras que en Málaga se retiraron 23 toneladas y se registraron más de 14.000 euros en daños al mobiliario urbano. En Gijón, solo en la playa del Poniente, se recogieron 6 toneladas. Cifras que, más allá de los números, dibujan un mismo paisaje de ausencia de civismo.
«Presumir de lo rápido que limpiamos es como estar orgullosos de tener un buen servicio de urgencias tras una fiesta que acaba siempre con heridos», dice irónicamente una trabajadora de limpieza de A Coruña. «Lo que necesitamos es que no se llegue a este punto, no que haya una brigada salvando la cara de la ciudad».
Manuel, también operario del servicio de limpieza en A Coruña, lo confirma: «Ahora esto es una batalla. Entramos sobre las seis de la mañana y lo que encontramos es puro caos. Lo peor es que ya ni nos sorprende».
Y la resignación no es solo cosa de los profesionales. Carla, que celebra San Juan en Las Canteras (Gran Canaria), comenta: «A mí me encanta la noche, pero al día siguiente la playa da pena. En mi grupo de amigos recogemos todo, pero somos minoría. A veces nos miran raro por hacerlo».
De hecho, muchos otros, como Antón, coruñés, ni se plantean limpiar su parte. «Lo que pase al día siguiente ya no es problema mío. Voy a disfrutar con mi gente. Si el Concello limpia, pues bien. No voy a quedarme recogiendo mientras los demás siguen la fiesta».
Limitaciones y prohibiciones, sobre la mesa en muchos ayuntamientos
La estética del desastre inunda redes sociales y medios al amanecer del 24 de junio. Los recuerdos de hogueras y fuegos artificiales quedan eclipsados por una vergüenza colectiva: lo que domina son las montañas de bolsas negras, la maquinaria de limpieza y los comentarios de frustración.
Por ello, algunos ayuntamientos, como Alicante o Marín (Pontevedra), han empezado a aplicar medidas de control: zonas delimitadas para las celebraciones, limitaciones de acceso por aforo o, directamente, la prohibición de encender hogueras. Son propuestas que buscan compatibilizar la celebración con el respeto por el espacio público, pero que chocan con una parte de la ciudadanía que ve en San Juan una noche sin normas.
En los últimos años, la celebración de San Juan se ha situado en el centro del debate sobre el uso del espacio público y el impacto del ocio colectivo. La acumulación de residuos, las quejas vecinales y el despliegue de operativos de limpieza reflejan una creciente tensión entre la dimensión festiva de la noche y sus consecuencias materiales. Mientras algunos municipios buscan fórmulas de regulación, la fiesta continúa repitiendo patrones que alimentan la discusión sobre civismo, sostenibilidad y convivencia.
La noche de San Juan de 2025
El vertedero sigue siendo inmenso aunque las primeras estimaciones apuntan a que se reduce un poco este 2025. En las playas de Valencia la noche de San Juan ha dejado 60 toneladas de residuos, son 10 toneladas menos que el año pasado. La Policía Local ha apagado 15 hogueras que estaban encendidas fuera de las zonas autorizadas.
El caso más ejemplar de hacia dónde deberían ir estas fiestas es el de Nigrán (Pontevedra) que celebra haber logrado un San Juan «medioambientalmente sostenible» en Playa América y Panxón al amanecer sin un solo agujero y con un 95% menos de la basura habitual un 24 de junio. Lo han conseguido a través de un dispositivo de vigilancia sin precedentes y advertencia de sanciones para conseguir este hito. «Demostramos que se puede hacer bien la fiesta sin dañar el ecosistema, y en ese sentido tenemos el orgullo de ser el primer gobierno local de Nigrán, y seguramente de Galicia, en desarrollar una campaña al respecto; resultó evidente que fue un gran acierto», ha afirmado el alcalde, Juan González.
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