Manuel Losa, el vendedor de liblros.

En Montevideo el 25 de agosto de 2012, a treinta y tres años de la inauguración de la hoy denominada “Losa Libros”, y a cuarenta y tres de iniciarme en el “oficio de vendedor de libros”.

Aunque en “El vendedor de libros” se describe con detalle acerca de las andanzas del vendedor, que a pesar de que sus ingresos dependieran enteramente de su producción, aquellos eran de buen nivel. Si bien tuvo que luchar mucho para vencer su timidez, podemos decir que al fin el esfuerzo valió la pena. Se encontraba seguro en un empleo inseguro, eso fue hasta que la Editorial González Porto –Uteha, a causa de una “errada administración” tocó fondo, y el vendedor de libros se encontró de pronto con la cruda realidad. ¿Volver al trabajo de oficinista con un sueldo miserable o continuar “pateando las calles” intentando vender libros? Hasta el orgullo tuvo su influencia y al final se la jugó por lo segundo, lo más atractivo, sí, pero también lo más frágil e inseguro. ¡Vendedor independiente al fin!, un sueño, pero, “de golpe y porrazo”… El respaldo era inexistente, todo dependía de su producción y de la suerte. “La suerte no existe, hay que buscarla para que tal vez aparezca por ahí algún golpe de fortuna… pero así como viene, se puede ir.” Cosas así escuchaba de boca de sus veteranos colegas. Aún así, prefirió el riesgo. “Ser vendedor independiente debe ser sublime”, solía pensar… pero también se le presentaba el fantasma… “mira que esa osadía tiene sus riesgos”, lo cual fue comprobando, irremediablemente, paso a paso.

Una familia de varios integrantes dependiendo de su producción, nada de respaldo material ni a quien recurrir, necesidad de abastecimiento de libros para después tener material para ofrecer a sus clientes. Pronto tuvo que enfrentarse a un nuevo reto, las primeras importaciones, las cartas coloquiales a los proveedores de España, las otras más concretas, pero en inglés, sin concer el idioma. ¿“Tirar la toalla” o aceptar el desafío y continuar la lucha?

Ser vendedor independiente tiene un riesgo y un precio muy alto.

Después de diez años de “patear las calles”, recorriendo oficinas, fábricas, talleres, centros de enseñanza, domicilios… en fin, concretando algunos logros y tropezando con fracasos y dificultades, se presentaba un desafío nuevo. El stock de libros se iba acumulando en el apartamento que habitaban él y su familia, hasta el momento en que ellos le dijeron al ex oficinista… “O ustedes se van de esta vivienda o nosotros nos vamos”. Al fin, no tuvo más remedio que ponerse a buscar un local. Meses dando vueltas, nada le servía, garages, entrepisos, sótanos. Pero, por fin, por una cuestión fortuita, como tantas, imprevistamente se le presentó ante sus ojos el local que alquilaría para por fin instalar una pequeña librería.

¡Otra aventura, pero distinta! La preparación del local, las horas de descanso inexistentes ya, el abandono de visitas a sus clientes. Muchas cosas nuevas y los nervios ya comenzaban a destemplarse, pero al final y a pesar de todo, el 25 de agosto de 1979 se inauguraba “M.R. Losa Libros Técnicos” en la calle Colonia 1567. Experiencias nuevas, responsabilidades distintas, presupuesto de gastos, impuestos, después colaboradores, sueldos a pagar. Resultado, incertidumbre y mucho temor. Pero, en fin, ¡no había marcha atrás!

Varios amigos colaboraron, fueron apareciendo como enviados por ángeles, un día paraba en la puerta un camión y descargaba maderas de embalaje de tractores, otro día lo mismo, pero de automóviles BMW, luego a buscar un carpintero para trabajar esas maderas y convertirlas en estanterías para que los libros se pudieran lucir en el local, seguidamente ayudante de carpintero, de electricista y de lo que hiciera falta. ¡Ah sí!, en el medio de esta “sinfonía” hubo tantos bemoles que si uno se pusiera a contar podría estar horas. En un momento determinado, pasados varios años, la dueña del local solicita nuestro retiro para que se instale allí un hijo de ella que trabajaría en… no sé qué. Cosa que solo quedó en el intento, pero nosotros, mi compañera y yo, ya nos habíamos puesto en movimiento para encontrar otro local. “¡Compraremos una casa!”, me decía Elsa… “Esta mujer se me está enfermando, ya no sabe ni lo que dice”.

Ana Miranda de visita en  el «El Corruncho» con Manuel Losa

No, estaba mucho más cuerda que yo. Sin fondos ni tener a quien recurrir… ¿cómo se hace para comprar una casa? Pero al fin, como tantas otras veces… “una luz en el camino” y otro ángel apareció y nos dio impulso… y ayuda. La casa de la esquina estaba abandonada hacía cinco años, Yo la ignoraba hasta que apareció un cartel de “se vende” y mi compañera intentó convencerme para ir a verla. “La casa de Frankenstein”, hasta me daba miedo entrar allí, oscura, pinturas marrones y negras, pero también maderas nobles, vitraux y otros atributos que yo no quería ver. Todo me asustaba, comprar esa “casa de fantasmas” y ¡sin dinero!… ¿cómo hacer?

El caso es que los ángeles aparecieron en nuestro auxilio otra vez, en forma de préstamos y la fortuna de concretar con un precio muy adecuado, luego el arquitecto y constructor estuvieron casi un año efectuando cirugías profundas, transformando la “casa de los fantasmas” en una “librería con encanto”.

Muchos logros y más frustaciones, muchos clientes que se transformaron en amigos y se mantienen fieles. Altos y bajos, los vaivenes ya conocidos y característicos de la economía de nuestro pequeño país. El caso es que allí seguimos, inventando estrategias nuevas, visitando colegios otra vez, hablando con niños y jóvenes, interesándolos en la lectura, con grandes satisfaciones personales pero también con grandes dificultades a causa de la desidia de los últimos tiempos y la insistencia de muchos en dar la espalda a aquello que tanta riqueza espiritual les proporcionó… los libros.

Y allí continuamos, trabajando con mucha alegría y esperanza… a pesar de todo.