Crónica – Visita con cámara a la base Artigas en la Antártida, hace 32 años.
Queremos agradecer a la producción de canal 5 sistema nacional de TV por la invitación a contar algunas anécdotas a quienes hemos transitado parte de nuestras vidas al servicio de ese medio.
En el caso personal fueron 25 años, y tanto como funcionario o productor me permitió vivir infinidad de momentos gratos y hasta peligrosos algunos. Felicitamos la idea al canal oficial de resaltar la trayectoria de tantos compañeros que forjaron parte de estos 57 años que ha cumplido el sistema nacional de TV.
Éste relato es parte de una gran aventura que fuimos protagonistas con los periodistas Fernando Vilar, Hardy Coll y quien suscribe de camarógrafo hace ya 32 años.
Corría el año 1988 cuando se nos propone por parte del Instituto Antártico del Uruguay llegar hasta la base Artigas del continente helado por primera vez con una cámara de TV, para documentar que hacen, como viven y que importantes experimentos realizan allí los científicos y personal militar en la base.
Para poder llegar a la isla Rey Jorge donde está ubicada nuestra base, deberíamos viajar en aquellos tiempos en el Fairchild, (gemelo del que cayó en la cordillera de los Andes), que haría su último viaje antes de sacarlo de servicio y ser suplantado por el Hercules.
Partimos desde la base militar del aeropuerto de Montevideo cargados con comestibles, correo y materiales para abastecer a la dotación existente en la base Artigas.
Viajabamos dos periodístas (diario el país y canal 5) y 2 camarógrafos gráficos, uno del diario el país y quien suscribe, con la cámara de video para registrar todo lo que se pudiera en el continente blanco. El Dr. Grillo.(científico que investigaba sobre el crill) y personal militar jerárquico del instituto antártico.
Nuestra primera escala fue en Punta Arenas, punto obligatorio para poder esperar las condiciones meteorológicas favorables para cruzar a la zona de los hielos eternos.
Allí el avión se abastece de combustible suficiente tanto para ir y regresar, debido a que si al llegar al continente blanco las condiciones de aterrizaje no fueran favorables, hay que volver al punto de partida.
Como los tanques de combustible del avión no tenían esa capacidad, tuvimos que viajar con 5000 litros de combustible extra , dentro de la cabina, para lo cual se tuvieron que dejar los asientos y poder ubicar los tres depósitos en su sitio. Los únicos asientos eran los 5 del fondo.
Viajar cerca de 3000 kmts con tanto combustible moviendose dentro de la cabina, hacía que el olor nos recordara a cada instante la extricta órden de NO FUMAR. Cada taanto salía por los tubos de ventilación algunas gotitas del combustible y uno de los militares le pasaba una estopa para secar la superficie mojada. Esos tanques suplementarios solo serían usados en caso de que no pudiéramos aterrizar, para regresar a Punta Arenas. Si podríamos o no a terrizar, no se sabe hasta llegar a la zona.
Por suerte al estar próximos a la isla Rey Jorge, desde el aeropuerto Teniente March de la base chilena antártica los pilotos reciben la autorización por radio para aterrizar.
Desde nuestro lugar, de rodillas en el suelo del fuselaje, por la pequeña ventanilla, pude captar el aterrizaje, con dificultad de movimiento pero con la importante responsabilidad sobre nuestros hombros, que por sierto, pesaba más que la cámara. Había que documentar ese momento como si fuera un penal de la final mundial de futbol y sin re play.
Había muchas cosas que captar. Los grandes témpanos de hielo que flotaban como buques sin rumbo, la bajada del tren de aterrizaje, como vivíamos nosotros a bordo esa experiencia y lo principal, el tocar tierra,(o hielo).
Cuando veo aparecer el barranco casi de inmediato el tren de aterrizaje hace contacto con la pista.
Luego los motores se aceleran, los alerones bajan para poder frenar, todo tiembla y comienzan a rezar tres chilenos, que venían sentados frente a mi en el suelo de espaldas a las ventanillas.
Todo aterrizaje de uruguayos es refrendado con un aplauso para premiar a los pilotos. Eso sucedió, pero de inmediato un comentario de los chilenos los aplacó, “no aplaudan, todavía que hay que pararlo”.
Ese comentario fue como amordazar nuestro aplauso instantaneamente, creo que hasta corté de grabar. El avión parecía esquiar sobre la pista y el frenaje de las ruedas parecía interminable.
Finalmente se hizo el milagro y a fuerza de motor a la inversa se paró casi al extremo final de la pista.
Allí comenzamos a entender algunos detalles, como que el largo de la pista no era tanto como para aterrizar cómodamente y que al final de ella, había otro barranco que terminaba en el mar.
Por lo tanto, los adiestrados pilotos uruguayos en caso de no poder frenar a tiempo, deberían volver a despegar con el mismo impulso, para no caer al agua al final de la pista.
Teniendo en cuaenta que el avión Fairchild era el gemelo del que cayó en la cordillera, combinado con hielo on The Rock , es el coctel perfecto para darnos un poco de chucho.
Al volver lentamente a la cabecera de la pista, ya todos respirando mejor, fui a la cabina para captar el mensaje que el piloto hace por radio. La hora que tocamos con éxito el aeropuerto de la base chilena en la Antártida. Este simple mensaje, es esperado con mucha ansiedad por los militares, familiares y personal del instituto antártico uruguayo en Montevideo. Llegaron!!!
A partir de ese viaje y hasta ahora , estos vuelos al continente antártico se hacen en el avión Hercules de la fuerza Aérea uruguaya que tiene más potencia, autonomía y puede aterrizar en pistas cortas.
Al descender del avión el frio y viento intenso, nos hace entender de inmediato que esto no va a ser fácil. Luego de algunos saludos de rigor militar y bajar la carga, el avión despega nuevamente para volver a Punta Arenas. Las condiciones del tiempo son tan variables que podría en minutos cambiar y tener que permanecer en la base quien sabe cuantas horas.
Unas “orugas”enormes como tanques de guerra, pero sin armas, nos trasladaron desde el aeropuerto hasta nuestro destino final, la base Artigas. Otra vez los sacudones y dentro del hielo o tierra nos licuaron las tripas hasta que optamos por guardar la cámara hasta llegar. Era como grabar en una montaña rusa.
A partir de ahora deberíamos enfrentarnos a una tremenda carrera de obstáculos técnicos que no teníamos en cuenta. Nuestra ropa no era adecuada para las circunstancias, parecíamos robots sin libertad de movimientos. La cámara se congelaría, y había que uusar un secador de cabello, optamos por dejarla afuera del refugio para evitar la condensación, las baterías solo durarían unos pocos minutos. Las distancias caminando en la nieve para llegar a puntos importantes eran interminables, el tiempo de luz era muy limitado, y los animales como lobos marinos y pinguinos había que ir a buscarlos, no venían a posar para nuetra cámara. En la expedición a la isla de los pinguinos se congeló el combustible del zodiac y tuvimos que volver remando. Se nos hizo la noche al regresar del mar de Drake y el frio era tan intenso que se nos congelaba la transpiración en la espalda, y al llegar a la base y pensar en un buen baño caliente para recuperarnos de la paliza, congelada la cañería, no había agua.
Dentro de tanto sacrificio también había buenos momentos que compartíamos con la dotación de la base, los cumpleaños con torta incluída y hasta algún partido de futbol entre bases vecinas donde Uruguay salió campeón. Fernando hasta logró ponerle una camiseta de peñarol a un pingüino. Justo el pingüino era bolso y se vengó de él adornandole con un baño de guano sobre su ropa.
En definitiva logramos poner el aire “Uruguay en la Antártida”, fueron dos programas de una hora,. El primero desde el punto de vista paisajístico y las vivencias de los sacrificados uruguayos que allí permanecen hasta 8 meses para poder hacer una diferencia económica que al regresar les permita vivir un poco mejor. El segundo programa sobre los importantes trabajos de investigación de científicos de las bases vecinas y la propia. Compartimos territorio con chinos, alemanes, rusos y los chilenos que tienen la mayor infraestructura de todos. Una ciudad que hasta iglesia y aeropuerto han construído. Esta foto de hace 32 años muestra la importancia de la base chilena desde entonces.
Continuaremos en algún momento con las repercusiones del viaje al llegar a Uruguay y poner la producción al aire. Mario Corrales.