El “Tejerazo”

tejero con pistolaEl 23 F fue la prueba más dura para la democracia. Los principales responsables de la intentona golpista, Milans del Bosch, Armada y Tejero fueron condenados a 30 años de cárcel, aunque quedaron libres mucho antes de cumplirlos.

El 23 de febrero de 1981 que tomó el Congreso de los Diputados, donde durante 18 horas estuvieron secuestrados los legisladores, el Gobierno y los líderes opositores, con todo el país en vilo.

Un acto en las dependencias de la cámara baja, cuya sala de sesiones fue el escenario principal del fallido golpe, reunió a los actuales parlamentarios con los que entonces vivieron aquellas dramáticas horas que pusieron a prueba la fortaleza de la transición democrática iniciada tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.

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https://youtu.be/PPmu56ECWnU
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tejeroAntonio Tejero Molina fue miembro de la Guardia Civil hasta su expulsión del cuerpo por condena firme, llegando a tener el rango de teniente coronel. Fue uno de los principales cabecillas del Golpe de Estado en España de 1981 popularmente conocido como 23-F, y que finalmente resultó fallido.
Antonio Tejero Molina ingresó en la Guardia Civil a los 19 años, estudiando en la Academia General Militar de Zaragoza. En diciembre de 1955 fue promovido al empleo de Teniente, siendo su primer destino Manresa, permaneciendo allí durante tres años. Solicitó su incorporación a la Policía Territorial del África Occidental Española, pero le fue denegada porque en Cataluña no se podía prescindir de efectivos. Con motivo de su ascenso al empleo de Capitán en 1958 fue destinado a Galicia, para el mando de una de las compañías del Miño. Después fue destinado a Andalucía (concretamente a Vélez-Málaga) y Canarias. En 1963 ascendió a Comandante y fue destinado a Las Palmas de Gran Canaria. La etapa siguiente fue Badajoz donde pasó los momentos más apacibles de su carrera.
En 1974 fue ascendido a Teniente Coronel y destinado a Guipúzcoa, participando en el funeral del cabo Posadas. Mandó las Comandancias de la Guardia Civil de San Sebastián y Vitoria.
Su estancia en dicho territorio le formó como Guardia Civil, siendo testigo de la quema de banderas españolas donde él y sus hombres salieron a rescatarlas de la quema, pese a que habían recibido órdenes de no salir por ningún motivo. Eso le costó un mes de arresto en Madrid y el cese de su mando en la Comandancia.
Después de aquello su siguiente destino fue la Jefatura de la Comandancia de Málaga. Perdió el mando de la comandancia cuando evitó la manifestación de comunistas que proclamaban la legalización de las organizaciones juveniles y la mayoría de edad a los 18 años, lo cual le costó un mes de arresto y el cese en la comandancia.
Fue a Extremadura, a un terreno que tenía allí, y entonces le llegó el nombramiento de Jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección General de la Guardia Civil, destinado a Madrid. Escribió la famosa carta al Rey de España, que le costó 14 días de arresto y un posible cese que no ocurrió al final. En noviembre de 1978 se reunió en Madrid con unos amigos en la cafetería Galaxia, donde se diseñó la Operación Galaxia, costándole 7 meses de prisión. Tras salir de prisión, pocos meses después, comenzó a planearse el 23-F.
Durante sus servicios en el País Vasco fue arrestado en tres ocasiones: La primera, por discrepar con el ministro Rodolfo Martín Villa en relación con la retirada de la Benemérita de todos los lugares mayores de 20.000 habitantes; la segunda, por negarse a arrestar a dos guardias civiles que habían detenido al jefe del comando de la ORT y la tercera por pedir instrucciones sobre los honores que debía dispensar a la ikurriña. Este último supuso su traslado a la ciudad de Málaga, donde fue nuevamente sancionado:
Procesamiento y vida posterior
Fue procesado y condenado a 30 años de reclusión por un delito de rebelión militar consumado, con agravante de reincidencia, con pena accesoria de pérdida de empleo (es decir, la expulsión de la Guardia Civil y la pérdida del grado) e inhabilitación durante el tiempo de la condena; cumplió condena inicialmente en la prisión militar del Castillo de la Palma en Mugardos y posteriormente en el Castillo de San Fernando en Figueras y en Alcalá de Henares. En septiembre de 1993 recibió el tercer grado, saliendo en libertad condicional el 3 de diciembre de 1996, siendo el último de los procesados del 23-F en salir de prisión. En prisión desarrolló afición por la pintura, escribió sus memorias, aprendió idiomas y cursó la carrera de Geografía e Historia.
Apartado y expulsado de la Guardia Civil, no se ha vuelto a pronunciar sobre los episodios del 23-F, en la actualidad vive entre Madrid y su apartamento en Torre del Mar. Está casado, tiene seis hijos, uno de ellos sacerdote, y dedica la mayor parte del tiempo a su afición a la pintura. Su única señal de vida pública fue una carta al director del diario Melilla Hoy criticando el estatuto de Cataluña, en 2006. Y una denuncia en noviembre de 2012 al Presidente de Cataluña, Artur Mas, por conspiración e intento de sedición.

Información de Wikipedia

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Conversación inédita entre Tejero y Suárez
«La Transición» es un término tan lleno de contenido que tiende a escribirse con mayúsculas, porque mayúsculo fue el esfuerzo de pasar de forma pacífica y ejemplar, de un sistema dictatorial a una democracia. Esta publicación, es la crónica, en buena parte inédita, de este importante periodo de España que abarca desde 1976 hasta la llegada de los socialistas al poder en 1982, escrita por el periodista y escritor Abel Hernández, –colaborador de LA RAZÓN–, testigo privilegiado de un acontecimiento político que, con sus luces y sus sombras, mereció la atención de todo el mundo. Por primera vez se descubren secretos o silencios y se dan algunas claves de acontecimientos decisivos en un trabajo memorialístico de alguien que vivió «in situ» unos acontecimientos tan trascendentes para la historia de España. «Momentos y peripecias que parecían inolvidables y que se han ido borrando de la memoria colectiva», dice el autor en el prólogo, intentando interesar a las nuevas generaciones: «¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido de aquel entusiasmo colectivo? ¿Qué ha pasado con la clase política, tan respetada entonces, tan denigrada ahora? ¿En qué ha quedado el respeto reverencial al Parlamento, templo de la soberanía popular, ahora rodeado por la multitud airada?», se pregunta. Por el libro desfilan personajes que fueron protagonistas y se narra el complejo entramado de pactos y acuerdos que propiciaron el cambio: el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, el general Manuel Gutiérrez Mellado, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón y Jordi Puyol como los más importantes. El capítulo que se reproduce a continuación revela una conversación inédita entre Adolfo Suárez y el coronel Tejero (y que escuchó un ujier que estaba presente) en un despacho del Congreso durante los sucesos del 23-F. Impresiona la forma en que el presidente, con una pistola apuntándole en la sien, manda cuadrarse a Tejero y este, desconcertado o impresionado, se va. Esto demuestra la dignidad y la valentía de la persona que, junto al rey Don Juan Carlos, condujo el proceso democratizador de España. Afortunadamente, estos acontecimientos acabaron con la tradición golpista y metieron a España en el mayor periodo de estabilidad de su historia.
«Tú ya no eres el presidente de nada»

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Cuando Adolfo Suárez es trasladado, a petición del teniente coronel Tejero, a un despacho del Congreso donde queda aislado del resto, teme seriamente por su vida. Pero más que miedo, en la soledad del recinto le atraviesa por dentro un relámpago de tristeza y de rabia. Toda su obra política se derrumbaba en un instante, convertida en ceniza, en un fracaso histórico. Y él quedaría como el gran culpable, la cabeza de turco. Todo su trabajo a favor de la concordia y la democracia había sido inútil. ¡Pobre España!, pensó.
No había improvisado el gesto de quedarse sentado en su asiento durante los disparos. Para él, aquel gesto no tenía ningún mérito. Era lo menos que podía hacer. Tenía muy interiorizado que debía mantener la dignidad del presidente del Gobierno, el primer presidente constitucional, pasara lo que pasara. Ésa era, de antemano, su firme determinación. Y el suceso no le había pillado del todo de improviso. Hacía tiempo –desde lo de la «Galaxia» o antes– que venía pensando en un escenario parecido. La víspera le había dicho a Alberto Recarte: «No descarto que haya un golpe militar, y, si lo hay, el inductor habrá sido Armada». En la Moncloa repitió en los últimos meses docenas de veces a sus colaboradores –y también se lo dijo a Santiago Carrillo– que a él no lo sacarían de allí por la fuerza, sino con los pies por delante. «En caso de golpe de Estado me defenderé» –les decía–, y les mostraba la pistola que guardaba en el cajón de la mesa de su despacho.
En otra sala del Congreso, Tejero había ordenado recluir a Gutiérrez Mellado, Felipe González, a Rodríguez Sahagún, a Alfonso Guerra y Santiago Carrillo. Al principio les vigilaban seis hombres, que permanecían de pie apuntando con las metralletas. Uno de los guardias civiles, según el testimonio de Gutiérrez Mellado, «daba muestras de gran nerviosismo y miraba insistentemente a Carrillo acariciando la metralleta».
Adolfo Suárez, aislado de todos, se acuerda de Amparo y de los niños. ¿Qué seré de ellos? Al día siguiente de la investidura de su sucesor, tenían previsto volar a Panamá a descansar, a reponerse de tantas emociones, de tantos disgustos. Y ahora esto. Le da vueltas a lo que ha ocurrido buscando las claves, los antecedentes, preguntándose quién está detrás. No para de fumar hasta que se queda sin tabaco. Entonces le pide al ujier Antonio Chaves un cigarro, por favor, y se alegra cuando éste se lo proporciona.
Este ujier presencia la tensa discusión que mantienen el presidente y el golpista Tejero, y toma luego nota literal de lo que había escuchado. Muchos años después le da una copia con la transcripción a Alfonso Guerra, que revela su contenido el 27 de enero de 2012 en el curso de un homenaje de la Universidad Europea de Madrid a Adolfo Suárez.
Éste es el impresionante diálogo:
Suárez: ¡Explique qué locura es ésta!
Tejero: iPor España, todo por España!
Suárez: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién tengo que hablar?
Tejero: No hay nada que hablar. Sólo obedecer.
Suárez: Pero, ¿quién es el responsable?
Tejero: Todos, estamos todos.
Suárez: Como presidente del Gobierno de España, le ordeno que deponga su actitud.
Tejero: Tú ya no eres presidente de nada.
Suárez: Le ordeno…
Tejero: Yo sólo recibo órdenes de mi general.
Suárez: ¿Qué general?
Tejero: Milans. No tango nada más que hablar.
Suárez: Le insisto, soy el presidente.
Tejero: ¡No me provoque!
Suárez: Pare esto antes de que ocurra alguna desgracia, ¡se lo ordeno!
Tejero: Usted se calla. ¡Todo por España!
Suárez: Le ordeno…
Tejero: ¡Cállese! ¡Siéntese! Y usted (al ujier), ¡fuera!
Aquí acaba la transcripción del diálogo que presenció el ujier del Congreso. Cuando sale fuera y se quedan los dos solos sin testigos, Tejero se acerca muy alterado a Suárez y le pone la pistola cerca de la sien. Iba a morir. Piensa que le quedan unos segundos de vida. El presidente ordena entonces con voz firme al militar: «¡Cuádrese!». A Tejero esto lo desconcierta y lo impresiona, se da media vuelta y se va. No era la primera vez que Tejero acariciaba ese día la pistola con malas tentaciones. También había amenazado de muerte a1 general Aramburu Topete. «Te mato y después me pego un tiro». –llegó a decirle, según el comandante Ostos, ayudante del gobernador militar de Madrid–. Y, cuando repicaban los subfusiles en el Congreso, dijo: «Basta ya, no vayamos a darle a alguno de los nuestros».
Cuenta Javier Cercas en «Anatomía de un instante», que el ujier Antonio Chaves le confesó: «Yo en esos años de izquierdas, casi revolucionario, pero me impresionó la dignidad con que Adolfo Suárez se mantuvo en su sitio. A partir de ese día me hice incondicional suyo».
Pasaron los años. Un día paseaba por la plaza de Oriente. Un coche oficial se detuvo junto a él. Bajó la ventanilla y era Suárez: «Antonio –le dijo– te debo tabaco».

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Intervención televisiva del Rey
A la una y catorce minutos de la madrugada del día 24 de febrero el Rey intervino en televisión, vestido con uniforme de Capitán General de los Ejércitos para situarse contra los golpistas, defender la Constitución española, llamar al orden a las Fuerzas Armadas en su calidad de Comandante en Jefe y desautorizar a Milans del Bosch. A partir de ese momento el golpe se da por fracasado. Milans del Bosch, aislado, canceló sus planes a las cinco de la mañana y fue arrestado, mientras que Tejero resistió hasta el mediodía del día 24. Sin embargo, ya durante la mañana del día 24 fueron liberados los diputados.
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