Es difícil imaginarse a una persona que se atreva a renunciar a todo y se dedique a caminar por la playa, vestido con un taparrabos, haciendo esculturas con los objetos que encuentre. El alemán de Camelle lo hizo:

Sobre el muro «Man» dejó la impresión de su cuerpo recostado en la piedra,  resaltando sus genitales

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Vivía en una pequeña casa construida por él mismo a orillas del Atlántico, en un pequeño pueblo pesquero al que llegó en 1962. Entonces se llamaba Manfred Gnädinger y tenía el aspecto de “un turista alemán, bien vestido y elegante”.http://www.youtube.com/watch?v=xrqEEc03T0o

La primera palabra que se nos ocurre para definir a una persona que se comporta de esta manera es loco. Los que le trataron reconocen que era huraño, tosco y que apenas hablaba. “Te entregaba una libreta y te pedía que dibujaras lo que te apeteciese, eso sí, no te perdonaba las cien pesetas”. Con el tiempo, en los años ochenta, fueron muchas las personas que se acercaron hasta Camelle para visitar ¿el museo? ¿la obra? ¿al loco? y dejaron sus dibujos en las libretas que hoy se amontonan en un almacén del ayuntamiento, junto a los aforismos que Man escribió. Se cuestiona (una universidad lo está valorando) la calidad artística de su legado. Volvemos a la pregunta: ¿era el alemán de Camelle un loco?, ¿un artista?, ¿un anacoreta?, ¿un ermitaño?

El alemán murió de una mezcla de vergüenza y pena (llamada Prestige) y una afección cardiaca. Tenía 120.000 euros en una cuenta bancaria y su hermano los cedió para que se mantuviese el “museo”, pero nada se ha hecho con ese dinero que, en breve, pasará a engrosar las arcas del Estado. No deja de ser paradójico.fotos generales galicia 169

Man falleció luego del accidente del Prestige del corazón al ver su obra maestra totalmente cubierta por el

Cahapaote de alquitrán.

Hoy este lugar es visitado por muchos turistas y recordado como el museo de «man» el alemán.