Siempre es muy difícil escribir una carta de condolencias y mucho
más cuando todos conocemos de quien se trata el fallecimiento.
Nuestra amiga «Chichita» la de todos, quien a vivido su vida
brindándonos el mejor de los servicios gastronómicos del país, nos
ha dejado en un momento que está dispersado el colectivo.
MARÍA JOSEFINA PARDIÑAS TASENDE (Chichita), tenía un perfil tan
bajo que a pesar de verla en cada reunión de la colectividad desde
hace más de 25 años, no hemos encontrado ningún registro
fotográfico en nuestros archivos.
Para su familia, desde nuestro más sincero dolor, el deseo de que
sus enseñanzas perduren en el tiempo y continúen en la senda que ha
dejado marcado hasta los últimos días de su vida.
Mario Corrales
Sumamos aquí lo publicado por una de las plumas más importantes de
nuestro medio.
Editorial
… de La Esmeralda
Leonardo Guzmán
Hoy mi nota iba a llamarse «Creo en los Reyes». No por cierto para
detenerme yo -republicano convencido- en Juan Carlos y Sofía,
suegros de un señor Urdangarín que como Duque de Palma anda dando
que hablar por haberse inscripto en la ristra mundial de los
vendedores de fama e influencias.
Mi nota habría afirmado que verdaderamente creo en los Reyes, en
homenaje a la Magia que les dio apellido a los Monarcas que en la
fecha celebramos junto a la Epifanía, el Día de los Niños y los
zapatitos. Porque en verdad, querría explicar por qué creo en la
magia -sin la cual no hay arte, ni sueños ni proyectos- es decir,
no hay hombre pleno.
Pero deberé guardarme los porqués de esa creencia pues, como a
todos, me atropelló el Uruguay nuestro de cada día: el pistero
acribillado, el asesinato y suicidio de la pareja en Lascano, el
doble crimen de feriantes que disputaban un rincón más de miseria
informal.
Por todo eso no escribiré sobre las razones por las cuales sostengo
que restablecer la imaginación es cuestión de orden público. Y por
otra razón: no sería justo callar ante la partida definitiva de
Chichita, la señora María Ofelia Pardiñas, alma y sello de La
Esmeralda.
Constituyente y Jackson, frente a aquel viejo Telégrafo que,
tarifados por palabra, transmitía en dos o tres días mensajes que
hoy dan la vuelta al mundo en un instante. Casona que fue de los
Guichón, apellido noble del senador batllista que de joven, por
alzarse contra la dictadura de Terra, fue herido en Paso Morlán.
Lugar de encuentros; allí íbamos con los inolvidables Rémolo Botto
y Walter Bazterrica y un Jorge Pacheco Areco que no soñaba ser
diputado y menos Presidente. En sucesivas generaciones, en sus
paredes se juntaba la gente del viejo Zorrilla, la del tango, la de
Magurno. Y todo quedaba en orden por la mirada y la gestión siempre
organizadora de la señora Pardiñas.
El Uruguay pierde un inmenso capital por callar las virtudes de los
que se van de la vida entre velatorios apurados y silencios que
junto con el féretro entierran los recuerdos, sin dedicarles ni
siquiera un murmullo de reflexión. Por esa vía nos tragamos nuestra
propia historia, al no elevar los méritos de los luchadores a
conceptos y modelos humanos que iluminen el porvenir.
Por eso, haciendo una pausa sobre los temas habituales en esta
columna, nos detenemos respetuosos a consignar todo el valor que
volcó la personalidad de Chichita al moldear la esquina que se ganó
trabajando. Es el valor de una forma profunda de la libertad
creadora, que movió y gestó la tradicional empresa nacional con
rostro humano. La de Julio Fucito, de Pablo Ferrando, de Andrés
Fornio. Y de tantos.
La señora Pardiñas era lo mismo frente a los 25 sandwiches para
llevar que ante el buffet que un día se institucionalizó como
catering y que ella dirigió personalmente hasta más allá de sus
fuerzas físicas.
Y además, era la inquietud por el país y la pasión por el destino
de la educación, al punto de cruzar desde su mundo de repostería a
la docencia escolar y liceal y así cofundar, con todo éxito, el
Colegio Inglés.
Ciudadana, deja marcadas las mesas de su casa de comercio con la
tradición del Sorocabana, el Tupí Nambá y el Montevideo, como
emblema del reencuentro de los distanciados, espejo de un Uruguay
sin lucha de clases, capaz de dialogar sin acusarse y de convertir
la queja íntima de unos pocos en los torrentes cívicos que todos
ansiamos.
El País Digital
Querido Mario:- mucho te agradezco el envío de las últimas publicaciones de España Vale, dentro de las cuales se encontraba la relativa a la partida de nuestra querida «Chichita».- Mucho dolor me causó su desaparición física y sólo el pasaje de los días hizo que pueda hoy pretender expresarte en pocas palabras el valor que para mí, tenía esa augusta señora.- Egoistamente me consideraba su amigo, así como lo fue de mi padre y lo era de mi madre, larga historia de vida de mejores momentos y valores que seguramente no habrán de repetirse.- Chichita era una persona con la que podías ser sincero y en su presencia podías pensar en voz alta, había confianza y cariño a la vez.- Era asimismo solidaria, sensible y caritativa y, a través del amor que trasmitía, hacía dulces las cosas amargas y el dolor lo convertía en alivio.- Todo ello hacía, al decir de W. Somerset Maugham, que cuando amas como ella ha amado, envejeces estupendamente.- Chichita era una mujer sabia, de las personas que entendía que no había que acumular cosas para sí y cuanto más empleaba las mismas en los demás, más poseía ella misma;- su prédica desde siempre fue beneficiar a los demás y en no hacer daño.- Entendía claramente que la mayor sabiduría del hombre es la bondad.- Por último, querido Mario, te diré que el sentimiento que guardo de Chichita se halla más allá del poder definidor de las palabras;- así se pueden emplear términos pero ninguno de ellos es absoluto, al grado de expresar que mucho quise a mi amiga Chichita.- Un fuerte abrazo.- Jorge Moldes.-